Palabras dadas · Traducción y revisión editorial

La protagonista de 2022

Mi traducción a gallego de Canto jo i la muntanya balla, de Irene Solà, publicada por Kalandraka en 2021 ha sido la protagonista absoluta de mi labor durante el pasado año.
A lo largo de 2022, me llevé unha sorpresa tras otra, al verla como finalista de los premios Follas Novas, primero, y del Plácido Castro, después. Hasta que… Mejor empiezo por el principio.
En junio acudí tan tranquila al Teatro Principal de Santiago, a la gala donde se entregarían las obras y trabajos galardonados. Me indicaron que me sentara en una de las primeras filas junto una butaca que nadie ocupó. Llevaba en el móvil un discurso guardado que… no era mío. Una escritora que no podía asistir me había pedido que lo leyese por ella, en el caso de que la decisión del jurado le hubiera sido favorable. Pensé que quizá la butaca vacía a mi derecha sería la suya. Me había sentido muy honrada de que me lo pidiera y me hacía especial ilusión poder recogerlo, simplemente porque había leído su libro y me había gustado mucho. Entre que empezaba y no empezaba el espectáculo, me entretuve en contemplar los pocos peldaños colocados en el centro para el acceso de los premiados al escenario. Menos mal que no me tocará a mí, cavilaba, porque me rompería los morros de los nervios. No tardaron en empezar a anunciar los primeros premios, presentados y magníficamente por el dúo Aldaolado. Cuando le llegó el turno al de traducción, yo seguía tan campante sentada. Nada más oír mi nombre, se me aceleró la máquina del pecho. Esto no debería saberlo mi médico. No sé ni siquiera si le pedí permiso a María Canosa, que la tenía a la izquierda, para que me dejara pasar, tan aturullada estaba. Tampoco sé cómo subí los peldaños hasta el escenario. Solo sé que los morros no me los rompí, que casi no pude farfullar un «gracias», que se lo dediqué a mis colegas finalistas, Alejandro Tobar y María Suárez y, con las prisas por huír de allí arriba casi se me olvida la preciosa figurita en cerámica de Rosalía de Castro, obra de Sargadelos.

Luego vino el XX Plácido Castro. Eran las siete de la tarde de un viernes cuando me llamaron y estaba a punto de levantarme del ordenador. Al otro lado la voz cálida de Xulio Ríos, fundador y presidente de Honra del IGADI. En fin, de nuevo la voz trémula, el agradecimiento infinito al teléfono. No obstante, al menos en esta ocasión tenía tiempo de sobra para hacerme a la idea: «Te guste o no, María, tendrás que hablar para agradecerlo como es debido». Y el día de la entrega, 30 de septiembre, Día de la Traducción, en el salón de actos del Ayuntamiento de Vilagarcía, hablé así:

«Antes de máis nada, vai a miña gratitude inmensa ao xurado (Bea Fariñas, Ramón Caride, Alberte A. Lugrís, Xavier Senín, Xulio Ríos e, en especial, a Olga López, que presentou a candidatura de Canto eu e a montaña baila). Vai tamén a cantas persoas contribúen ou contribuíron, dun xeito ou doutro, á longa traxectoria deste Plácido Castro, e a Paco Feixó pola súa xenerosidade. Así mesmo, como non, a Irene Solà, por escribir como escribe, pois non cabe dúbida de que, por boa que sexa unha tradución, só as que teñen detrás un orixinal excelente reciben premios. Por último, á Kalandraka, que escolleu a obra e ma propuxo no momento oportuno.
Cada premio á tradución é, non só unha recompensa ao esforzo que esixe reescribir co máximo rigor posible unha obra literaria noutra lingua, senón un chanzo que se sobe na escada da visibilidade. Durante moitos anos foi un labor calado e en ocasións mesmo anónimo. Porque ao tradutor, sendo o amante máis fiel do texto co que namora, cómprelle ser discreto, pasar inadvertido, non delatarse nunca. É ese aspecto o que, entre os oficios da linguaxe, máis me atraía da tradución (poder exercelo desde a casa e na sombra sen me ter que enfrontar á xente acotío, que ninguén soubese de min). Foi ese motivo polo que desistín de matricularme no que entón era unha diplomatura en Tradución e Interpretación, mesmo se por fin comprendera o que quería ser. Con todo, ao longo dos anos descubrín que esa actitude supuña cavar a propia cova, pois é a visibilidade, por moito que me pese, o que nos dignifica. O rostro que nin se ve nin ten nome non se respecta. De aí que, malia o estrés que me fai mal durmir nos días previos e o resaibo que me deixa cada exposición pública, me teña obrigado nestes anos a acudir ás mesas redondas e outros foros aos que me convidan para falar deste meu amor cego pola recreación de obras alleas.
Pois que a tradución literaria galega colabora no arrequecemento da lingua, abríndolle portas e ampliándolle horizontes, ben merece que esa achega se lle recoñeza xustamente no seu Día Internacional. Aproveito o altofalante, daquela, para lles dar a en hora boa a todas as profesionais galegas de calquera especialidade que hoxe o celebran co orgullo de sabérense cada día pezas humanas fundamentais para ese arrequecemento.
Acabo, aínda sabendo que me repito, coa que é para min a mellor definición de tradutor, palabras do escritor portugués Gonçalo M. Tavares, no canto VII da súa Viagem à Índia:

[…] Um tradutor habita um país intermédio,
um país que não existe no mapa, país
hesitante, país que é feito da invenção vocal
de dois amantes aparentemente
incompatíveis. Se existissem mais tradutores
o número de guerras diminuiria, quem
duvida?

Grazas ao Alcalde e á Concelleira de Cultura por nos acolleren na Casa do Concello».

La guinda la puso el X Ramon Llull a la mejor traducción de unha obra catalana publicada el año anterior. Aquí no solo tuve tiempo y tiempo para convencerme de que debía hablar, sino para convencerme de que tenía que callar. Pasó mes y medio de secreto casi absoluto desde la tarde en que me llamó el queridísimo Joan de Sola, director del Área de Literatura y Pensamiento del Institut Ramon Llull. No repetiré lo de siempre. Cuando el 14 de diciembre subí al escenario en Ordino (Andorra), llevaba un papelito medio arrugado en el bolsillo de la chaqueta. Mientras lo sacaba, respiré hondo y solté, como para mis adentros, todavía con la cabeza gacha, lo único que me pasaba por la mente en ese momento: «Y yo que me hice traductora para no tener que hablar en público…». Las carcajadas amables del público facilitaron un poco que fuera capaz de leer sin que se me trabase la lengua lo que decía el papel, un papel que, cuando ahora me he decidido a escribir esto para que no se me olvide, pensé que había perdido, hasta que se me ocurrió buscarlo en el bolsillo de la chaqueta que llevé esa noche y que no me había vuelto a poner, que una en invierno trabaja con jersey polar:

«Al jurat, per l’esforç innegable a la tria.
A l’organització de la Fundació Llull, per tot aquest treball.
A Kalandraka, per confiar en mi per aquesta primera col·laboració amb ells.
A l’Irene Solà, per escriure com escriu.
I a l’AELC, que el 2018 em va convidar al Small is Great i així em va donar l’impuls per retornar al que va ser casa meva quan tenia vint anys: la llengua catalana.
Moltes moltes gràcies!»

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram

Deja un comentario