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La magia en malas manos
- Infantil e xuvenil
·
- Castelán
Tiggy echó el último tarugo de leña a la estufa y luego sacó de la mochila la cajita de madera que le había dado Ernestine. A Mote Malvalisto se le iluminó la cara nada más verla.
―¡Son los podadores! ―exclamó el gigante, señalando a los osos bailarines de los laterales de la cajita.
La mayor parte de la jornada se la habían pasado recorriendo la Gran Floresta a hombros del gigante. Ellos guardaban silencio y Mote, pese a lo grande que era, avanzaba por la nieve con una ligereza sorprendente. No querían atraer la atención de más monstruos de nieve y de quienquiera que los controlase.
También iban atentos al posible tintineo de los cascabeles de los gorros de los elfos, pero no habían oído más que el silbido del viento glacial del oeste entre las ramas de los árboles. Por fin, cuando la nieve se intensificaba como cada atardecer, encontraron refugio entre las raíces enmarañadas de un gran árbol y se detuvieron a pasar allí la noche.
Más tarde, a la luz parpadeante del fuego, Tiggy, Helperthorpe y Sinclair-Sinclair habían escuchado la historia de Mote Malvalisto. Y entonces Tiggy le enseñó la caja al gigante.